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El síndrome del Nido Vacío afecta a
personas adultas, alrededor de los 50 años, cuando sus hijos dejan el
hogar. Es similar al vacío que pueden sentir los cuidadores familiares
cuando la persona mayor con la que compartían mucho tiempo finaliza su
vida. Los retos emocionales entre los padres que sufren este síndrome y
los cuidadores familiares de personas mayores son similares. La
Psicogerontóloga Olga Sanz Lucas nos explica este tema.
¿En qué consiste el síndrome del Nido Vacío y quienes lo padecen?:
Para algunos padres, el momento de la emancipación del último hijo que
vivía en el domicilio familiar es uno de los momentos de mayor
vulnerabilidad, de mayor fragilidad desde el punto de vista psicológico,
se pueden presentar desajustes emocionales y se plantea un período muy
difícil para aquellas personas que han construido su proyecto vital
sobre la base de una familia.
Los sentimientos que se desarrollan corresponden a una desadaptación,
un mal afrontamiento de una situación social actual y que puede
etiquetarse como un trastorno afectivo enmascarado, de características
depresivas donde reinan los sentimientos de tristeza y de pérdida.
Las personas que lo padecen muchas veces no son conscientes de lo que
les pasa y acuden a la consulta del médico por dolencias físicas,
aunque suelen delatarse con expresiones como: “
la casa está vacía“, “
me falta algo“, “
hay un silencio deshabitual“, etc.
El ser consciente de la situación es ya un paso hacia la adopción de
medidas correctoras que supongan el correcto afrontamiento de la
situación. Aunque suele decirse que es la mujer quien más lo padece,
pues muchas han dedicado su vida en exclusividad a la maternidad y a la
crianza de sus hijos, existen por supuesto multitud de casos, por
diferentes motivos, en los que es el padre el más afectado.
¿Cuáles son los síntomas más frecuentes?: Para
muchas personas mayores el alejamiento de los hijos al independizarse
les hace reflexionar sobre su lugar propio en este mundo y sobre la
validez de su aspiración vital. Es lo mismo que puede ocurrir a aquellas
personas que se dedican a cuidar a un enfermo (familiar, padre o
hermano) durante toda su vida y el día que éste fallece deja un vacío
total en la existencia de su
cuidador.
- El mayor tiempo libre con el que cuenta la persona en la nueva situación es vivido desde la anhedonia (incapacidad de disfrute) y desde la carencia de un papel sustitutivo inmediato que hace que aparezcan sentimientos de inutilidad.
- La persona que queda sola en el domicilio familiar experimenta sentimientos de soledad, una percepción súbita del paso de los años y la obligatoriedad de recuperar un papel de pareja que probablemente no se ha trabajado durante muchos años.
- Otro síntoma importante es la apatía,
pues la persona que se queda en el domicilio familiar no se siente con
ganas de comenzar ninguna nueva actividad ni se siente capaz de resolver
situaciones.
- A menudo puede ocurrir que los padres den la sensación de querer
inquietar a los hijos que se han marchado del hogar, creando una
preocupación en ellos que es sin duda un reclamo de atención.
¿Qué se puede hacer para afrontar este tipo de sentimiento de vacío?:
Una buena consigna en este sentido sería intentar visualizar la nueva
situación, en lugar de cómo una pérdida, como un periodo de
creciente libertad y posibilidad de autodesarrollo.
Además será bueno asumir que la relación entre los padres y los hijos que se han marchado de casa se convierte ahora en una
relación entre adultos
que puede resultar muy gratificante, aunque diferente al tipo de
relación padres-hijos que han venido manteniendo durante los años de
convivencia, pero igualmente sana y llena de respeto y cariño.
Para los padres que quedan en el domicilio familiar, éste sería un buen momento para
realizar actividades que quedaron relegadas
durante tantos años al priorizar el cuidado de los hijos. Ahora pueden
aprender algo nuevo, dedicarse a un hobby, viajar, etc., dentro de las
preferencias y posibilidades de cada persona. Es el momento de
disfrutar quizás de mayor libertad en muchos sentidos y de asumir menos responsabilidades.
También es momento de
recuperar las actividades en pareja
que se han ido progresivamente dejando en un segundo plano a favor de
los hijos. Muchos matrimonios aseguran sorprendidos que la relación
entre ellos ha mejorado desde que se han quedado solos en el hogar
familiar, pues no les ha resultado difícil recuperar lo que tuvieron en
su momento, tiempo para disfrutar de la vida y de pasar tiempo en
pareja.
Esto es lógico desde el punto de vista de que el nacimiento y la
crianza de un hijo, aunque sin duda llena de satisfacción a la pareja,
también añade estrés a la relación, al verse limitado el tiempo diario a
las responsabilidades familiares y al ritmo frenético de las tareas
domésticas, unido a las limitaciones económicas inevitables.
Una vez solos los padres, con mas tiempo para el dialogo y para ellos mismos, es posible una
mejora en la cantidad y en la calidad del tiempo compartido.
Resulta muy positivo que intercambien entre ellos sus pensamientos,
pues verán que los sentimientos de soledad y de vacío que puede sentir
cada uno de ellos se llevan mejor si son puestos en común y comentados
con su pareja.
¿Cuál es el enfoque más optimista para afrontar la marcha del hogar de los hijos?: En primer lugar, considero fundamental el hecho de que
los padres se sientan orgullosos
de la marcha del hogar familiar por parte de los hijos. Hoy en día y
debido a múltiples factores, en su mayoría económicos y laborales, los
jóvenes se encuentran con especiales dificultades a la hora de lograr
una independencia del hogar familiar.
Los años de formación se amplían cada vez mas y progresivamente se
tiende a una mayor exigencia por parte del mercado laboral, que en sus
bolsas de trabajo solicitan ya de manera casi imprescindible el hecho de
poseer una licenciatura, un master, hablar algún idioma además del
nativo, poseer conocimientos de informática y además haber adquirido una
experiencia laboral.
Parece sencillo de hacer, pero en realidad esto supone años y años de
estudio y de esfuerzo económico por parte de la familia, pues los
estudios superiores y de posgrado no resultan en absoluto asequibles
para la mayoría de los estudiantes.
Así pues, ¿no resulta enormemente gratificante para una madre ver
como su hijo ha adquirido la estabilidad necesaria como para
independizarse? ¿No debe sentirse un padre orgulloso al ver a su hijo
enfrentarse a la vida con los recursos que el mismo le ha podido
proporcionar?
La vida es una sucesión de etapas y la emancipación de los hijos es
una de las que mas se puede disfrutar si se observa desde un prisma
positivo. Los hijos siempre van a necesitar a sus padres, buscarán su
experiencia en forma de enseñanzas y de consejos, su cariño, su ayuda
diaria, buscarán que sus padres les resuelvan tantas dudas que surgen
cuando uno abandona el nido por primera vez…
Y para los padres que permanecen en el hogar familiar, tener la mente
siempre activa y positiva, comenzar esas actividades que tantos años se
han ido posponiendo, disfrutar de la pareja, de la tranquilidad, de
viajar, del tiempo para uno mismo y para ayudar a otros que lo
necesiten, pues esto ultimo es lo más gratificante del mundo…
Escrito por:
OLGA SANZ LUCAS
Psicogerontóloga